Cualquier persona que se desenvuelva a cualquier nivel en un entorno corporativo o laboral, de cualquier forma, se ha enfrentado en algún punto de su carrera, o si no pronto se enfrentará a la necesidad de impartir una presentación ejecutiva.

Sin embargo, aunque impartir presentaciones ejecutivas es una tarea de todos los días para mucha gente, la mayor parte de las presentaciones ejecutivas que se imparten resultan ser poco efectivas o por lo menos aburridas para la audiencia.

Mucha gente se equivoca porque siente que cuando se le asigna la responsabilidad de impartir una presentación ejecutiva, su trabajo es la de transmitir la información bien y a tiempo y aunque eso puede ser verdad desde cierto punto de vista otra cosa tomar en consideración es que cada presentación puede ser una audición de liderazgo.

Y cualquier persona que aspire a crecer profesionalmente, ya sea en el entorno corporativo, como emprendedor como independiente, o como colaborador en una organización, puede acceder a los beneficios de impartir presentaciones ejecutivas con impacto.

La Presentación Ejecutiva

Una presentación ejecutiva suele ser breve, y normalmente toma entre 5 y 30 minutos. En ese tiempo, tú tienes que transmitir de forma muy específica los datos que necesitan conocer tus jefes, tus reportes, tus compañeros de trabajo, así como otros stakeholders que puedan requerir esta información.

Cuando pensamos en presentaciones ejecutivas, a veces las imaginamos como algo muy laborioso de preparar, y que (al momento de impartirlas) nos puede poner nerviosos. ¿Por qué? Porque estamos presentando hechos, estamos presentando números. Y aunque entre los números siempre hay espacio para interpretaciones y actualizaciones, también es verdad que los números hablan por sí mismos.

Tratar de hablar por encima de los números es un error. Es como si tú y yo fuéramos a un concierto de Roger Waters, y antes del concierto se presentara una banda desconocida y mala. Y después de una hora de escuchar a esa banda, por fin, saliera Roger Waters al escenario para cantar Shine On You Crazy Diamond… pero la banda de apertura siguiera tocando de fondo.

Roger Waters¿Cómo sería esa experiencia para ti?

Pues eso mismo experimentan tus jefes, tus reportes, tus colaboradores y tus stakeholders cuando están tratando de entender la historia que cuentan los datos, y tú les pones encima una historia diferente.

La presentación ejecutiva es aquella en la que tenemos que ser muy cuidadosos con los recursos con los que contamos, muy atentos al tiempo, y muy económicos con la atención que le pedimos a nuestro auditorio.

En la mayor parte de los casos, suele ser un error tratar de ser demasiado empático o demasiado persuasivo en una presentación ejecutiva. Hay otros espacios para eso. Pero en el momento en que estás impartiendo una presentación ejecutiva, tienes que asegurarte de cumplir dos cosas fundamentales:

  • Número uno: disponibilizar la información necesaria.
  • Número dos: ser asertivo con el mensaje que estás tratando de comunicar.

Porque en la intersección entre una comunicación asertiva y la disponibilización de información, es ahí donde se encuentra una buena presentación ejecutiva.

Errores comunes en Presentaciones Ejecutivas

Yo creo que, sin lugar a duda, uno de los errores más comunes que con mayor frecuencia vemos en Leaderlix cometer a ejecutivos, supervisores, middle management e incluso en la Dirección, es no ser conscientes del tiempo. Por ejemplo, si tenías 15 minutos para presentar, llegan los 15 minutos… y tú apenas estás haciendo la introducción.

O a lo mejor no te vas tan lejos como eso, pero sí puede llegar a pasar que, al final de tu presentación, te sientas con prisa porque estás viendo el reloj y sabes que te falta el 30% de tus diapositivas. Y eso te pone nervioso, y la gente en tu auditorio siente ese nerviosismo.

A mí me parece que el motivo por el cual el tiempo se nos va de las manos cuando tenemos que hacer una presentación importante es porque, al momento de prepararla, a veces nos ponemos nerviosos, y podemos llegar a sentir que lo que vamos a presentar no son buenos resultados… o que sí son buenos, pero no son suficientes frente a las expectativas de quienes nos van a escuchar… o incluso que son suficientes frente a las expectativas de los demás, pero no frente a las tuyas propias, de tu trabajo o del trabajo de tu equipo.

A veces este miedo está fundamentado, pero en muchas otras ocasiones no es un miedo consciente, ni racional. Es decir: no sabemos que tenemos ese miedo hasta después de la presentación.

Algo que me pasaba a mí, cuando recién empezaba a hacer presentaciones ejecutivas, era que me empezaba a poner nervioso, pero, por algún motivo, racionalmente no quería aceptar que me sentía nervioso por la presentación que tenía en puerta.

Entonces lo que me pasaba era que mi cuerpo empezaba a somatizar ese nerviosismo, y lo hacía de forma distinta en cada ocasión. A veces se manifestaba como gastritis o dolor de garganta, que sufría días antes. Otras veces me dolía la cabeza. Incluso llegué a sufrir migrañas uno o dos días antes de una presentación ejecutiva.

De hecho, hubo un día que yo estaba tan nervioso por un evento en el que tenía que presentar, que terminé en el hospital con fiebre altísima y una sintomatología extraña que los doctores no lograban comprender del todo.

En la mayoría de los casos, esos cuadros sintomáticos (aparentemente no relacionados) desaparecían inmediatamente después de impartir la presentación.

No fue sino hasta muchos años después que empecé a conectar los puntos. Me di cuenta de que, aunque conscientemente yo no me sentía nervioso, mi cuerpo estaba canalizando ese nerviosismo y lo convertía en malestar y enfermedad.

Hoy, en algunos casos muy específicos, todavía me puede llegar a pasar algo parecido. Pero ya no con esa magnitud, porque ahora soy consciente de que cuando tengo que impartir una presentación ejecutiva, puedo ponerme nervioso.

Lo que hago es que he aprendido a controlar ese nerviosismo antes de la presentación. El primer paso, al menos para mí, es reconocer el nerviosismo antes de que empiece la presentación.

Ahora, el punto aquí es el siguiente: a veces ese nerviosismo no solo se canaliza como enfermedad o malestar físico, sino que también lo racionalizamos. Y cuando eso pasa, podemos caer en el error de "sobrepreparar" la presentación.

Esto significa incluir más información de la necesaria o, en otros casos, poner demasiado enfoque en un aspecto que no era tan importante, solo porque tú te sientes especialmente fuerte en ese tema y, en contraste, te sientes débil en otros. Entonces le das más peso a eso en lo que te sientes seguro, aunque no sea lo más relevante para tu presentación.

Esta es una trampa muy común que nos pone el ego y el miedo que sentimos antes de presentar. Tenemos que ser muy conscientes de lo que está ocurriendo, porque si no lo somos, podemos encontrarnos con que, a diez minutos, una hora o un día de la presentación, nos damos cuenta de que, aunque está llena de diapositivas, no le hemos dedicado tiempo ni espacio a lo que el auditorio realmente necesita escuchar. Y eso es, en el fondo, una falta de asertividad.

 

Ser asertivo también significa identificar qué es lo que tu audiencia realmente quiere y necesita escuchar.

Y esto no significa que tu presentación deba convertirse en una sesión de preguntas y respuestas, o que debas hablar únicamente de lo que los demás esperan oír. También es perfectamente válido que tú, como experto o especialista en un proceso, pongas sobre la mesa información que los demás no tenían contemplada.

Cuando ese es el caso, no solo tienes el permiso, sino también la obligación de hacerlo.

Pero ser asertivo significa hacerlo de una forma en la que esa información nueva responda a las inquietudes y necesidades reales de tu audiencia.

Recientemente, una de mis exalumnas, con la cual estuve haciendo una serie de sesiones de coaching uno a uno, tuvo que presentar en una convención anual. Toda la compañía iba a estar presente y, en muchos sentidos, era el evento más importante para la empresa. Ella tenía una participación muy importante en un panel clave.

A lo largo de varias sesiones, nos reunimos para curar y aterrizar la información de forma asertiva y asegurarnos de que estuviera disponible toda la información necesaria. Cuando llegó el momento de darle a esta información diseño, yo le aconsejé que fuera ella misma quien le diera una revisión a su presentación. A lo cual ella me respondió: "No puedo hacerlo porque yo no soy diseñadora".

Esto es algo con lo que yo puedo empatizar perfectamente, porque yo mismo no soy diseñador gráfico y me ha tocado ver, en eventos nacionales o internacionales, diapositivas tan fina y profesionalmente diseñadas que impactan por su belleza y estética. Así que puedo empatizar perfectamente bien cuando alguien, como mi alumna en ese caso (pero a lo mejor también te ha pasado a ti, y a cualquier persona le puede llegar a pasar) no siente que tiene las habilidades de diseño para darle los acabados finales a una presentación, cuando muchas cosas dependen de esa presentación.

Así que mi exalumna fue y contrató a un diseñador gráfico para que le diseñara sus diapositivas. Lo que pasó es que el diseñador se tardó un poquito más del tiempo previsto. De hecho, mi exalumna ya se estaba poniendo un poquito nerviosa, porque el día del evento se acercaba y el diseñador no le estaba entregando los avances en tiempo y forma como habían acordado.

Pero bueno, el caso es que una tarde antes del evento, el diseñador cumplió con su palabra y entregó un set de diapositivas hermosísimo, perfectamente bien diseñado y que cumplía con los más altos estándares estéticos de mi exalumna. Así que ella estaba feliz, por decir lo menos.

Llegó el día del evento. Mi exalumna se acercó al house, que es donde estaba todo el equipo preparando los materiales y manejando los archivos que se estaban transmitiendo en las pantallas del evento. Llegó con su archivo en USB y le dijo a la persona responsable: "Estas son mis diapositivas".

Cargaron las diapositivas. Cuando llegó el momento de la participación de mi exalumna, se proyectaron sus diapositivas y ella, con el control en la mano, empezó a dar clic para empezar a pasar las transiciones de la información y así poder contar la historia como ella y yo la habíamos preparado.

 

Pero muy pronto se dio cuenta de que las cosas no iban a salir como ella lo tenía previsto, porque de inmediato notó que las diapositivas, aunque estaban perfectamente bien diseñadas, el diseñador no había contemplado las transiciones que ella le había pedido que incluyera.

Es decir, una diapositiva que tenía, por ejemplo, cuatro bloques de información (en donde primero tenía que mostrarse uno, después de un clic el segundo, después de un clic el tercero y después de un clic el cuarto) mostraba los cuatro al mismo tiempo.

Lo cual, en principio, no debería ser tan grave. Pero cuando tú has preparado tu presentación con transiciones y resulta que, a la mera hora, no vas a poder usar esas transiciones y 3,500 personas están viéndote, no hay forma de que no te pongas nervioso.

Lo mismo le pasó a ella. Y aunque finalmente logró impartir una presentación de impacto y cumplir con creces el objetivo de su presentación, fue algo que la hizo pasar un muy mal rato. Y es algo que nos puede pasar a todos nosotros.

Es por eso que yo no soy amigo de la idea de subcontratar a otra persona para que te ayude a diseñar tus diapositivas. A mí me parece una mejor idea que tú le dediques el tiempo necesario a preparar el aspecto final de tus diapositivas.

Y si esto implica que el 99% de la población que no somos diseñadores profesionales tengamos diapositivas que no tengan ni el acabado perfecto, o que no tengan el margen impecable, o que la tipografía no sea la mejor que se pudo haber seleccionado, por lo menos te vas a sentir tú en control de tus propias diapositivas, y vas a poder contar la historia de modo mucho más fluido.

Entonces, para mí, en verdad, uno de los errores más importantes es no dedicarle el tiempo a la parte visual o al formato de tus presentaciones. La mayor parte de la gente no lo hace porque se siente intimidada frente a las herramientas de PowerPoint o Google Slides.

Pero yo creo que es algo que, si tienes la oportunidad de aprender, es bueno que vayas practicando. Y te repito: no me refiero a que tu presentación sea una presentación del premio mundial de diseño gráfico. El trabajo de una diapositiva no es ser una obra de arte. Es ser clara y ayudarte a transmitir una idea.

De hecho, para muchas presentaciones (incluyendo la presentación inspiraciónal y la presentación promocional) yo soy fan de que, cuando no sea indispensable usar diapositivas, no uses diapositivas. 

El plumón

Uno de mis recursos favoritos de toda la vida para impartir presentaciones es el plumón y el rotafolio. Es posible que me hayas escuchado hablar de esto, porque lo digo con mucha frecuencia. Pero siempre que voy a dar una presentación, yo procuro que el organizador del evento o que la persona responsable de la empresa frente a la cual voy a presentar me faciliten un rotafolio de hojas de papel bond. Y yo llevo mis propios plumones, porque uso plumones especiales.

No uso los típicos plumones que se consiguen en cualquier papelería. El tipo de plumones que yo uso son los plumones gruesos, que permiten a la gente ver, inclusive si está a gran distancia. No solo eso, sino que dan un gran impacto. Y cuando alguien tiene que pasar al frente para dibujar algo, se siente el poder de ese plumón grueso. Y eso es mucho más efectivo.

Ese tipo de recursos, aunque no siempre son necesarios, en el caso de presentaciones ejecutivas, a veces sí puede llegar a ser de utilidad. El mensaje que estoy tratando de comunicarte es que: Tus diapositivas no tienen que ser diapositivas de premio de arte. Tampoco tienes que tener 300 diapositivas. Mientras menos diapositivas, es mejor. Y mientras más minimalistas sean tus diapositivas, también es mejor.

 

Eso no quiere decir que vayas a dejar fuera información importante obviamente. Pero hay veces hay personas que le dedican mucho tiempo a "adornar" sus diapositivas. Con adornar me refiero a ponerle colores adicionales, ponerle animaciones que no suman, poner transiciones de esas que son muy vistosas y el texto, en vez de simplemente aparecer, como que viene de un huracán y aterriza en la presentación. Ese tipo de cosas no suman y distraen.

Entonces, en diseño, menos es más. Hay veces que pasa que las personas que, como yo, no somos diseñadores profesionales, llegamos a caer en el error de pensar que una diapositiva, si está muy vacía, está fea. No necesariamente es así. De hecho (como ya he dicho, y no solamente lo digo yo, sino que lo han dicho personas de la categoría de Steve Jobs, por ejemplo) en diseño, menos es más.

 

Otro de los errores que con más frecuencia hemos trabajado con clientes en Leaderlix, escuando en una presentaciones no podemos controlar el ir y venir a diferentes lugares sin tener una narrativa clara, o como se le llama en literatura, un leit motiv

El leit motiv es ese hilo conductor que te lleva en una presentación de principio a fin. Muchas presentaciones ejecutivas carecen de esta estructura, y debido a eso la presentación parece como un revoltijo de ideas que no tiene un principio claro ni un final claro, o sea, que no tiene una historia. 

El problema de las presentaciones de este tipo, que presentan este error común, es que muchas veces el presentador no se da cuenta de que está cometiendo ese error, pero ¿qué crees? Todas las demás personas sí se dan cuenta, y aunque según tú estás siendo claro y coherente, para las demás personas estás divagando y yendo de un lugar a otro. Ese es el reto y ese es el motivo más importante por el cual es un error común el ir y venir sin un rumbo fijo, porque muchas veces ni siquiera nosotros nos damos cuenta al momento de preparar una presentación.

¿Cómo darnos cuenta, entonces, si nuestra presentación está siendo confusa y no tiene una narrativa clara? Pues lo podemos apreciar muy fácilmente con la respuesta del auditorio. 

Respuesta del auditorio

Si nosotros vemos que el grupo frente al cual estamos presentando, de un momento a otro, empieza a distraerse, empieza a checar el teléfono cada vez de forma más cínica, o empiezan a revisar sus correos electrónicos, o a conversar entre ellos, o se les ve en la mirada que se están aburriendo y que les está dando sueño, ese es uno de los principales signos de que tu presentación quizás no esté bien estructurada y no tenga una coherencia de modo de tener principio y final.

Otro de los errores que con más frecuencia he visto en exalumnos que imparten presentaciones ejecutivas es caer en uno de los dos extremos: o poner demasiada información al grado del exceso, o poner poca información por miedo a sacar ciertos temas. Ambas cosas pasan, y es muy importante ser conscientes de la importancia de encontrar la justa medida entre demasiada información y poca información.

 

La mejor forma de hacer eso, en mi opinión, será tener claro cuál es tu objetivo personal al impartir una presentación ejecutiva. Esta noción puede ser un poquito rara para algunas personas, puesto que en la mayor parte de los casos, cuando yo estoy impartiendo una presentación ejecutiva, la estoy impartiendo no porque yo quiera impartirla o porque yo tenga un objetivo, sino que la estoy impartiendo porque alguien más me ha pedido que la imparta (mi jefe, en la mayor parte de las ocasiones) o puede ser cualquier otra persona. 

El caso es que una presentación ejecutiva muchas veces aparece como un reporte, una respuesta reactiva a las necesidades de otra persona. Pero esto es algo que no tiene que ser así. Porque si tú te detienes un momento antes de preparar tus datos y te preguntas: ¿Cuál es mi intención de hacer esta presentación? 

Es decir, más allá del objetivo de las otras personas,

¿cuál es mi intención de comunicar este mensaje?

¿cuál es el cambio que yo quiero crear?

¿cuál es el cambio de conducta asociado a ese cambio en resultados?

¿y cuál es el objetivo de aprendizaje o información relacionado a ese cambio de conducta?

Si eres capaz de responder estas preguntas rápidamente, felicidades y enhorabuena, porque eso significa que tienes la vena de liderazgo más desarrollada que muchas personas.

 

Si tú tienes que impartir una presentación ejecutiva y lo único que haces es poner los datos que las demás personas necesitan escuchar, lo que estás haciendo es presentar desde un punto de vista reactivo, es decir, reaccionando a las necesidades de otra persona o a las necesidades de la organización.

Y no es que esto sea malo per se, pero si tú tienes aspiraciones de liderazgo o una visión de liderazgo, es insuficiente. Porque cualquier presentación ejecutiva puede ser una oportunidad de crear cambio en tu organización.

"Cualquier presentación es una audición de liderazgo".

Lo que esta frase significa es que nosotros, como auditorio, siempre estamos audicionando a las demás personas. 

Esto quiere decir que siempre estamos en búsqueda de personas para integrar a nuestro círculo. Estamos buscando socios potenciales, estamos buscando aliados potenciales, estamos buscando empleados potenciales. Todo eso lo estamos buscando todo el tiempo, y esto es verdad para el 100 % de las personas frente a las cuales tú vas a impartir una presentación.

Lo que eso quiere decir es que todas y cada una de las personas que están sentadas en esa sala de juntas (o del otro lado de la ciudad, cada quien conectado en Zoom), cada una de estas personas está buscando liderazgo en ti.

¿Y cómo se ve ese liderazgo? Se ve cuando tú no solamente impartes tu presentación ejecutiva porque los demás te han pedido que la presentes o porque se te exige por tu puesto, sino porque tú tienes un propósito y una intención para hacer esa presentación.

La pregunta que tienes que hacerte es: ¿cuál es mi intención de impartir esa presentación según mis planes personales, según mi agenda, según mi visión de cambio y según lo que yo quiero para mi tribu? ¿Qué es lo que me gustaría que pasara como consecuencia de esta presentación?

Si tú tienes que impartir una presentación ejecutiva y crees que el único objetivo es transmitir la información que se te ha pedido transmitir, lamento decirte que te estás quedando corto y que estás desaprovechando las que probablemente sean enormes posibilidades de crecimiento personal para ti. Y no sólo para ti: para tu equipo, para tu proyecto, para tu visión, para tu forma de hacer las cosas y también para tu familia.

Es difícil crear una presentación siguiendo los objetivos de otra persona, y ese es el motivo por el cual a veces caemos en poner información de más o información de menos, porque no nos hemos apropiado de la presentación. Y el motivo por el cual no nos hemos apropiado de esa presentación es porque no hemos pensado cuál es el objetivo que tenemos para impartir esa presentación. Esa decisión es una decisión de liderazgo, y tú puedes tomarla en cualquier momento.

 

Así que estos son algunos de los errores que con más frecuencia veo cuando estamos trabajando en Leaderlix con profesionales de todos los niveles, mientras les ayudamos a preparar sus presentaciones ejecutivas. 

No estoy diciendo que esta lista sea exhaustiva. Seguramente tú también has visto otros errores, y claro que me gustaría que me los compartieras. Encontraremos el espacio para hacerlo, pero mientras tanto lo que yo te pido es: trata de ser consciente de esos errores y dales solución. Porque tu siguiente presentación puede ser tu presentación más importante. Nunca sabes en dónde va a estar en un año la persona frente a la cual tú estás presentando, y si tú has hecho una fuerte impresión, es algo que con toda seguridad te ayudará en tu propio crecimiento profesional.

Aunque no lo creas, desarrollar maestría en el arte de hacer presentaciones ejecutivas no solamente es algo que te va a evitar dolores de cabeza, crisis de estrés y retroalimentación de parte de las personas con quienes trabajas, porque de hecho, convertirte en un maestro de las presentaciones ejecutivas puede ser una de las autopistas menos usadas para acelerar el crecimiento de tu carrera y tu desarrollo profesional. Hacerte bueno para hacer presentaciones ejecutivas, para algunas personas, puede ser una de esas habilidades que deseablemente podría desarrollar. 

Algunos piensan: un día voy a leer un libro al respecto o tomar un curso en la materia, pero en la vorágine de tareas de todos los días, ese día nunca llega.

Pero luego hay otro pequeño porcentaje de las personas que verdaderamente saben que es prioritario y que ponen su enfoque y atención en desarrollar buenas prácticas para sus presentaciones ejecutivas.

Es por eso que el día de hoy voy a compartir contigo una breve lista de buenas prácticas que, si tú pones a prueba y llevas al mundo de las acciones, y lo haces de forma disciplinada, yo te garantizo que vas a ver un aumento significativo en la calidad de tu conversación, en el impacto de tu comunicación y en el reconocimiento de las personas a tu alrededor.

La primera buena práctica es la de asegurarte de mejorar tu comunicación asertiva. Como ya hemos visto, comunicación asertiva no es lo mismo que comunicación empática. Comunicación asertiva es la habilidad y el hábito de tener a la mano las palabras específicas para decir con puntualidad lo que tienes que decir.

Es verdad que hay personas que tienen diferentes habilidades. Hay personas que son buenas para los deportes, buenas para manejar, buenas para la moda y buenas para hacer reír a los demás. 

De igual forma, es verdad que hay personas que son más hábiles que otras en términos de comunicación asertiva, pero eso no significa de ninguna forma que la comunicación asertiva no sea algo que tú no puedas desarrollar. De hecho, la comunicación asertiva es algo en lo que cualquier persona se puede hacer mejor, siempre y cuando se cumplan con dos cosas:

  • Primero, tienes que tener una técnica de comunicación asertiva.
  • Segundo, tienes que poner en práctica esa técnica.

Aunque mi propósito hoy no es el de ahondar en la técnica de la comunicación asertiva, sí quiero compartir contigo algunos consejos prácticos que, si tú incorporas, te pondrán en el camino correcto para mejorar tu comunicación asertiva.

Primer consejo: hazte disciplinado en el hábito de la lectura.

Yo creo que si salimos tú y yo a la calle y le preguntamos a un grupo de extraños que nos encontremos pasando por ahí si tienen el hábito de leer, nueve de cada diez personas van a decir que sí. 

También tengo la hipótesis de que, si fuéramos a las casas y oficinas de esas nueve personas, nueve de cada diez veces no los encontraríamos leyendo. Por alguna razón, parece motivo de orgullo decir que tenemos el hábito de la lectura. 

Si le preguntas a alguien si prefiere leer el libro o ver la película, el 80 % de la gente te va a decir que prefiere leer el libro. Al mismo tiempo, yo creo que el 99 % de la gente va a ver la película antes de leer el libro.

En nuestro imaginario colectivo tenemos la idea de que una persona inteligente es una persona que lee, y nadie quiere que se le clasifique como una persona no inteligente. Por eso, todo el mundo dice que lee, pero la realidad es que, en mi experiencia, la mayor parte de la gente no lee como dice que lee.

Esto es por múltiples motivos. El primer motivo es que leer libros, específicamente libros de no ficción, puede llegar a ser difícil. También puede llegar a ser desmotivante, inclusive puede llegar a ser aburrido, y eso es la realidad.

Por qué es difícil leer

Vivimos en un entorno tan tecnológico y tan lleno de impulsos, que nuestra capacidad de poner atención en el largo plazo, en verdad, se ha debilitado. Es más estimulante ver un capítulo de Netflix, un video en YouTube o un TikTok que sentarte a leer un libro.

No sólo eso, sino que leer es una actividad realmente demandante. Es muy difícil leer mientras haces otra cosa al mismo tiempo. Por ejemplo: no puedes leer mientras manejas, no puedes leer mientras trabajas y muy difícilmente puedes leer mientras vas al gimnasio o sales a correr con tu familia.

Por todos estos motivos, aunque en México es un país que compra libros, muchas veces esos libros se quedan en las estanterías. O leemos uno o dos capítulos en el aeropuerto… y no lo volvemos a abrir.

Sin embargo, leer es importante. Ya sabemos que muchas de las personas que reconocemos como grandes empresarios, emprendedores o líderes de opinión leen libros como parte de su hábito personal. 

Yo creo que es un hecho casi incuestionable que existe una correlación persistente entre las personas que leen libros y las personas que tienen éxito en la vida, y en gran parte esa correlación es debido a que leer te da las habilidades de comunicación asertiva que te van a acelerar en tu camino al éxito.

Es por eso que es importante. Ahora, yo reconozco que, en el estilo de vida actual que casi todos nosotros tenemos, es difícil sentarte e invertir una o dos horas al día solamente para leer un libro. Es por eso que hay alternativas a las que tú puedes acudir.

La más común es escuchar audiolibros. No está mal escuchar audiolibros, no hay vergüenza en escuchar un audiolibro en vez de leerlo. Yo mismo te puedo decir con confianza que los últimos 100 libros que he consumido, quizás 75 los he consumido en formato de audiolibro, y la verdad es que está bien. 

Es verdad que no interiorizas la información de la misma forma cuando escuchas un audiolibro que cuando lo lees, porque cuando lo lees tienes la oportunidad de subrayar, tomar notas y capturar la información de otras formas. Escuchar el audio de un libro es un poco más limitante. Yo, por ejemplo, utilizo Audible, que es la aplicación de Amazon para escuchar audiolibros, y la verdad es que tomar notas, poner marcadores y gestionar la información que leo no es fácil, es difícil, y es por eso que, cuando yo escucho un audiolibro, procuro escucharlo una y otra y otra, y otra vez. 

Para mí, escuchar audiolibros se ha vuelto parte de mi rutina: cuando estoy manejando en el coche porque voy a llevar a mis hijas a la escuela, o cuando estoy en el gimnasio, sobre todo cuando estoy en aviones. Una de mis actividades predilectas es la de escuchar audiolibros, y no los escucho solamente una vez, sino que los escucho varias veces, y yo te recomiendo hacer lo mismo.

Ahora, que si quieres volarte la barda y verdaderamente sacarle provecho a tu lectura, puedes comprar un libro en formato físico o digital, y también comprar la versión en audiolibro, que muchas veces son muy parecidas o iguales, sobre todo los libros que son más recientes.

Te voy a decir cómo es mi hábito de lectura: hay un libro que me interesa mucho y que sé que lo voy a tener como un libro de consulta, y que quiero tenerlo como parte de mi biblioteca personal e inclusive heredarlo, lo compro, y lo compro físicamente. De hecho, lo compro con pasta dura, porque los libros con pasta dura, aunque son un poco más caros, soportan mejor la prueba del tiempo.

Siempre que es posible, me gusta comprar los libros en el idioma original, que muchas veces es inglés. Yo no aprendí inglés en la escuela ni en casa. Aprendí a partir de que tenía unos 20 o 22 años, y eso es porque me obligué a leer libros en inglés. En vez de comprar libros en español los compraba en inglés.

 

En la actualidad también compro libros en español cuando el idioma original es español, y en casi ninguna ocasión compro libros que no hayan sido originalmente escritos en español o en inglés. Yo sé que seguramente debe haber libros en francés, alemán o chino que sean muy interesantes, pero lamentablemente no los tengo a la mano, no los conozco, no sé quiénes son los autores japoneses, tailandeses o brasileños que hablan de los temas que me interesan. Si en el futuro los conozco, sin duda alguna compraría sus libros, aunque como no hablo francés, japonés ni cantonés, seguramente compraría la traducción al español.

Entonces, cuando compro un libro que sé que me va a interesar, porque confío en el autor, porque me gusta mucho el tema o por cualquier otro motivo, lo compro en físico, y lo compro siempre que es posible en pasta dura.

Pero esa versión del libro rara vez la toco, porque la mayor parte de las veces también compro ese mismo libro en un formato electrónico. Mi esposa me regaló en mi cumpleaños, hace unos cinco o seis años, un lector de libros electrónicos marca Kindle. Me encanta ese lector de libros electrónicos, porque cuando lo toco tiene una textura muy agradable, que hace que el acto de leer sea más placentero para mí.

¿Y los libros electrónicos?

Siempre que me es posible, me llevo mi lector de libros electrónicos a mis viajes de trabajo o personales, y es ahí donde le saco más provecho. Una de las cosas buenas de estos lectores de libros electrónicos es que tienen muy buen rendimiento de batería: los cargas por un par de horas y te duran por lo menos dos, tres o cuatro días.

Como tienen esa tecnología de “papel electrónico”, consumen muy poca batería. No es como un iPad o una computadora; a esos aparatos les dura la batería muchísimo. Por eso son una muy buena forma de leer libros.

Otra cosa interesante es que, en un libro electrónico, tú puedes hacer notas prácticamente como si fuera un libro físico: simplemente seleccionas el texto y se te abre un teclado electrónico, lo cual te va a permitir tomar notas con relativa facilidad.

Es verdad que la experiencia de leer un libro electrónico no es la misma que la de leer un libro físico, pero si lo piensas, cuando sales de viaje puedes llevar tu lector de libros electrónicos con toda tu biblioteca, mientras que, si lo hicieras con libros físicos, solamente puedes llevar algunos libros.

Entonces: compro el libro en pasta dura, también compro el libro en formato electrónico, siempre que está disponible, y finalmente lo descargo a través de mi membresía de Audible, a través de la cual tengo cierto número de créditos, y por una cantidad súper razonable, puedo descargar el mismo libro.

Y entonces lo que hago es que leo como puedo, cuando puedo. Si estoy en el avión, puede ser que saque mi lector de libros electrónicos y, al mismo tiempo, mi teléfono y mis audífonos para leer mientras escucho el mismo libro. Si estoy en el gimnasio, seguramente tendré a la mano mi teléfono y puede ser que ese día elija escuchar un podcast o un capítulo de un libro que estoy leyendo. A lo mejor una noche estoy acompañando a mis hijas mientras se quedan dormidas, y entonces puede ser que saque mi lector de libros electrónicos y que avance con el libro que estoy leyendo.

Para mí, uno de los retos más importantes que enfrentan las personas es que se desmotivan fácilmente cuando compran un libro. El motivo es que compran ese libro, leen los primeros dos capítulos y se dan cuenta de que no es lo que esperaban. Eso nos hace sentir decepcionados y desmotivados, por lo tanto, cierran el libro y lo abandonan. Déjame compartirte cómo he aprendido a lidiar con esa emoción para poder leer más.

Lo que yo hago es que casi todos los libros que compro los veo como si fueran libros de consulta. Yo no siento la carga de leer un libro de inicio a final, más bien asocio los libros que he comprado con momentos de mi vida, estados de ánimo o retos persistentes.

Entonces, lo que hago es que cuando tengo un momento para leer, no tomo el último libro que compré necesariamente, sino que tomo el libro más apropiado a lo que esté pasando en mi vida en ese momento, y eso es algo que me ayuda a mantener con más disciplina mi hábito de la lectura.

A lo que definitivamente yo no te recomiendo hacer es comprar sumarios de libros o conformarte con lo que te dice ChatGPT, porque esos sumarios, en la mayor parte de las veces, habrán destacado lo que es importante para una persona o para una máquina, pero lo que es importante de un libro es diferente para cada persona. Así que no te recomiendo para nada comprar sumarios de libros. Más bien, te recomiendo encontrar tu propia forma de aprovechar la lectura.

Hacerlo te ayudará con toda seguridad a seguir desarrollando tu comunicación asertiva.

Segundo consejo: Escribe

Quiero que imagines por un momento que estás tratando de convertirte en un tenista profesional. Así que te pones a ver videos, comprar cursos, inclusive contratar un coach. Pero nunca practicas. ¿Qué resultado crees que tendrías? Evidentemente, la práctica es clave para el desarrollo de cualquier habilidad, y aunque no siempre tenemos la posibilidad de practicar nuestra asertividad a través de conversaciones específicas, siempre podemos hacerlo a través de la escritura.

A mí personalmente siempre me ha gustado escribir, y aunque sé que no todo mundo tiene la misma afición, hacerlo es algo que indudablemente puede ayudarte a mejorar tu comunicación asertiva.

 

Tercer consejo: Busca el debate y pon a prueba tus ideas

El tercer consejo es mi favorito. Busca espacios para debatir y pide a los demás que pongan a prueba tus ideas. Para mí, la mente humana es como si volteáramos al cielo y viéramos burbujas de jabón gigantes que vuelan entre sí. Las ideas están allá arriba, como burbujas, pero conforme van aterrizando en la tierra, una a una van reventando. Esto es porque casi nunca las ideas que tenemos soportan la prueba de lo material, la prueba del mundo real.

Seguramente te ha pasado que tienes una idea que en tu mente funciona perfectamente, pero luego, a la hora de ponerla en práctica, algo pasa o algo cambia que no funciona como te lo habías imaginado. Es por eso que una de las mejores formas para poner a prueba tus ideas es debatiéndolas con otras personas.

Nomás que hay un problema: vivimos en una sociedad a la que no le gusta el conflicto. Pasa igual que con la lectura. Muchas veces, las personas te van a decir que están de acuerdo con el conflicto, siempre y cuando sea positivo. La realidad es diferente. La mayor parte de las personas no disfrutan el conflicto, de hecho, le temen y lo evitan. Creen que les gusta el conflicto, pero la mayor parte de la gente más bien le huye y lo ve como algo malo.

El conflicto, sin embargo, cuando se ve desde un punto de vista positivo y constructivo, puede ser uno de tus aliados más importantes para desarrollar tu comunicación asertiva. Porque solamente a través del conflicto tú vas a conseguir poner tus ideas a prueba.

Solamente a través de este conflicto positivo, o a través del debate, vas a ponerte en una situación de presión en la que tengas que encontrar las palabras más específicas para defender tus argumentos.

Uno de mis pasatiempos favoritos es ver debates. No me importa tanto el tema como el debate como tal. Siempre que tengo un ratito libre, o cuando tengo 15 o 30 minutos entre reuniones, o cuando estoy en la fila del banco, una de mis formas predilectas para matar el tiempo es viendo videos de debates.

Por ejemplo, me encanta ver videos de debates en donde hay personas a favor y en contra de temas polémicos, como es el caso del aborto, los programas sociales o las relaciones sexuales antes del matrimonio. Claro que tengo mis puntos de vista sobre estos temas polémicos, pero ese no es el motivo por el cual veo estos debates.

El motivo por el cual soy fanático y sigo a los debatidores profesionales (sin importar su inclinación política o ideológica) es porque encuentro gran satisfacción en ver las estrategias que usan para defender sus argumentos, inclusive en las condiciones más adversas.

Es una subcultura, la del debate. Aunque no lo creas, hay personas que se dedican profesionalmente a eso y que viven de eso. Hay torneos de debate, no solamente académicos, sino que después de la escuela también hay personas que siguen participando en estos torneos de debate.

Muchas veces, las personas que hacen debate profesionalmente lo hacen sobre un tema de interés para ellos. A mí, lo que más me apasiona es aprender estrategias y técnicas de debate que sean aplicables para cualquier tipo de tema.

Yo, personalmente, he encontrado muchísimo aprendizaje escuchando debates y analizando los argumentos de los mismos.

Sobre todo, considero que aprender estas técnicas me ha permitido volverme mucho más específico en mi uso del lenguaje. Una de las primeras reglas del debate competitivo es afinar los términos o la semántica sobre la cual se va a debatir. Semántica significa "significado", y algo que entienden muy bien los debatidores profesionales es que cada palabra tiene un trabajo muy específico que ninguna otra le puede quitar. Conocer y aprender a detectar esas diferencias de significados te va a ayudar a mejorar dramáticamente tus habilidades de escucha activa y de comunicación asertiva.

 

Más Buenas Prácticas

Otra buena práctica es conocer la información que vas a presentar al derecho y al revés. Muchas personas pensarían que esto es obvio, pero la mayor parte de la gente no entiende realmente lo que significa conocer y entender la información.

Muchas veces, las personas que imparten presentaciones ejecutivas lo que hacen es que buscan gráficas de otras presentaciones, o que les arroja el sistema, y las copian y las pegan. Y después de eso, lo que hacen es que van y leen esas gráficas o esas tablas enfrente de un grupo de personas. Esa es una excelente forma de comunicarle a tu auditorio que no estás en control de la información.

Muchas personas ven tablas y gráficas como elementos inamovibles que no podemos mover o modificar. La realidad es que todas las tablas y todas las gráficas tienen un origen, tienen una fuente, de donde vienen los datos. Hay dos tipos de personas en la vida: las que hacen copy-paste, y las que se van a la referencia, investigan más al respecto, entienden los pormenores y el origen de esa información, y entonces pueden presentarla con mucha mayor claridad y conocimiento.

Copiar y pegar tablas y gráficas te va a sacar del paso, te van a poner doble palomita y todo el mundo va a decir que hiciste el trabajo. Pero antes de hacerlo, entender el origen de esa data es algo que te va a poner en una posición de control y poder frente a las demás personas, y eso es algo que los demás van a notar.

Por eso es que entender el origen de la información que estás presentando es importante para poder comunicar con liderazgo.

Otra buena práctica que puedes llevar a cabo al momento de hacer una presentación ejecutiva es: si te hacen una pregunta y no conoces la respuesta, en vez de inventar o cantinflear, reconoce que no conoces la respuesta. No está mal no tener toda la información a la mano de inmediato. Lo que está mal es la forma en que muchas personas manejan esta situación.

Hay gente que siente que se espera de ellos que sean omniscientes y omnipresentes, y que tengan todas las respuestas a la mano. Esto es imposible para todos: desde el especialista que va más a profundidad en un tema hasta el director general con más tenure, todos estamos expuestos a que se nos hagan preguntas y no conocer las respuestas. La mejor forma de manejar esa situación es, primero, reconociendo que no se tiene la respuesta, y luego haciendo un compromiso y, posteriormente, cumpliendo ese compromiso de buscar la respuesta y comunicarla a la persona que le interesa.

 

Finalmente, una de las buenas prácticas que yo más recomiendo la tomamos prestada de la estrategia general de escucha activa, que es la de refrasear las dudas antes de responderlas.

La mayor parte de la gente ve las preguntas como ataques personales, como si les estuvieran lanzando una pelota de béisbol a toda velocidad, y lo que quieren hacer es batear esa pelota lo más lejos posible para que no vuelva jamás. 

Esa no es una buena forma de ejercer escucha activa. Tampoco es una buena forma de dar buenas presentaciones ejecutivas. Un buen presentador maneja las preguntas de la siguiente forma: primero, se pregunta si ha entendido a la perfección la duda de la otra persona.

Si la respuesta es no, tú puedes, en tu papel como presentador, hacer preguntas a las personas que te están presentando sus dudas hasta el punto de tener perfectamente claro qué es lo que la otra persona necesita saber. Y finalmente, cuando tienes claridad absoluta sobre cuál es la duda de la persona, tienes que refrasearla. A mí me gusta decir:

Lo que estoy entendiendo de lo que me estás preguntando es XYZ, ¿te entendí bien o me fui para otro lado?

Yo he encontrado esta técnica de escucha activa particularmente útil al momento de hacer presentaciones ejecutivas y promocionales, y te animo con toda confianza a usarla y adaptarla a tu estilo personal de comunicación, puesto que hacerlo te permitirá no solamente proyectar más confianza, sino tener más información sobre cómo está aterrizando tu presentación en la mente de tu auditorio.

 

Esta lista de buenas prácticas no es final ni mucho menos exhaustiva. Son simplemente las que me vienen a la mente como más frecuentes, y este es el resultado de más de una década ayudando a clientes y alumnos a preparar mejores presentaciones ejecutivas. Seguramente tú también tienes buenas prácticas. Yo te propongo sumar tus experiencias positivas a estas nuevas experiencias positivas, para que así puedas hacer tu propio catálogo de buenas prácticas y que tus presentaciones ejecutivas sean cada día mejores.



Voy a darte un consejo que para algunos puede ser políticamente incorrecto. Este consejo se lo doy a algunas de las personas con quienes he trabajado, específicamente ayudándolos a preparar presentaciones ejecutivas que sea de gran importancia. Ese tipo de presentaciones pueden llegar a incluir eventos de Kickoff, encuentros regionales, Townhalls o simplemente reuniones con sus jefes.

El motivo por el cual no se lo doy a toda la gente es porque yo estoy muy consciente de que hay muchas personas que todavía no están con la mentalidad correcta para asimilar ese consejo, y para muchas personas puede llegar a parecer un riesgo innecesario o simplemente algo completamente fuera de lugar.

Luego hay un pequeño porcentaje de las personas que imparten presentaciones ejecutivas que reciben ese consejo muy naturalmente. No es casualidad que estas personas crezcan más rápidamente en la escalera corporativa, porque eso es lo que requiere el liderazgo: pensamiento inusual y fuera de la caja.

También hay posibilidades de que este consejo que te voy a dar tú ya lo estés implementando en este momento. En ese caso, muchas felicidades por la iniciativa. Y si por algún motivo no es así, te invito a leer este consejo con apertura mental, porque si encuentras la forma de hacerlo, es algo que puede mejorar mucho la imagen que otras personas tienen de ti, lo cual irremediablemente dará como resultado que personas que antes no confiaban, ahora confíen más en ti, o que personas que no te veían con potencial de liderazgo, a partir de que lo empieces a implementar, te vean con mucho más potencial de liderazgo.

Y este consejo es el de cerrar tus presentaciones ejecutivas con un llamado a la acción.

El motivo por el cual es un consejo diferente o contraintuitivo es porque la mayor parte de las personas ven las presentaciones ejecutivas como un momento de rendición de cuentas y presentación de resultados.

Se preguntan: ¿por qué, si soy yo el que está reportando resultados, estaría en posición de hacer un llamado a la acción a mis jefes, accionistas o a mis homólogos en otras áreas? La respuesta es muy sencilla: Liderazgo no es liderazgo de puesto. Y para tener liderazgo de puesto, primero hay que tener una mentalidad de liderazgo.

Se dice fácil, pero llevarlo a la acción a veces puede conllevar un elemento de riesgo. Pero ya sabes lo que dicen: todas las cosas buenas están del otro lado del miedo.

Hacer un llamado a la acción frente a tus jefes o a las personas a las que les reportas resultados puede parecer como algo fuera de lugar, pero hacerlo te va a posicionar como una persona con liderazgo natural.

Para hacer un llamado a la acción a personas que organizacionalmente están arriba de ti, o a tu mismo nivel, el primer paso es que clasifiques en tu mente qué es lo que tú necesitas que aquellas personas hagan en mejora de la organización.

Que quede muy claro: el llamado a la acción no es un llamado a que hagan lo que tú quieres o lo que tú necesitas para ti o para tus intereses particulares. Hacer un llamado a la acción desde el liderazgo es primero pensar en qué dirección debería ir la organización, ser muy cuidadoso y observador, apreciar lo que ya se está haciendo en esa materia y encontrar un hueco, una oportunidad de proactividad. Y es ahí donde encaja el llamado a la acción.

Como te decía, en el pasado he dado ese consejo a algunas personas que creo que tienen el potencial para hacerlo. La mitad de ellos me tira al loco y nunca lo pone en práctica. Otros lo han intentado y se han arriesgado, y muchos de ellos han vuelto conmigo para agradecerme porque hacer el cambio les ha dado buenos resultados. Yo creo que hacer un llamado a la acción en presentaciones ejecutivas, inclusive frente a personas que organizacionalmente están por encima de ti, es un riesgo aceptable y que, si intentas, te pueden sorprender los resultados.




Impartir una presentación ejecutiva y hacerlo con impacto requiere de ti dos cosas: primero, requiere que tengas un nivel alto de awareness de lo que está pasando en la organización.

Tienes que entender los números y los resultados que estás presentando a un nivel superior que las personas frente a las cuales estás presentando; de lo contrario, tu presentación es obvia e irrelevante.

Tienes que aprender a ir más allá de lo que los números muestran en la superficialidad, entender la historia, ver lo que hay detrás, conectar los puntos y aprender a identificar patrones y tendencias que podrían no ser tan evidentes para las personas en tu auditorio.

También requiere de ti que hagas tu comunicación con mucha asertividad. Lo que eso significa es aprender a encontrar las palabras específicas para transmitir los significados puntuales que necesitas que aterricen en la mente de la gente. Esto es algo que toma tiempo, como hemos visto en estas páginas, porque cultivar el vocabulario es algo que toma tiempo. Pero también hay un mecanismo que tú puedes utilizar para encontrar palabras más específicas y articular mensajes con más precisión: y este es ayudarte de los motores de inteligencia artificial.

Como hemos visto anteriormente, la inteligencia artificial no te va a dar nada que no sea status quo, pero sí te puede dar acceso a enormes bibliotecas del conocimiento humano.

Ten mucho cuidado con la información confidencial y, desde la precaución, sube tu presentación a tu motor de inteligencia artificial de preferencia. Pídele que conecte los puntos por ti, pídele que te ayude a identificar áreas de oportunidad que tú no habías identificado. Lee con atención cómo se presentan esas oportunidades, y hacerlo te permitirá recordar palabras que te pueden ayudar a comunicar con mayor asertividad.

 

Más temprano este año, tuve una serie de sesiones de coaching con un gerente comercial que tenía que impartir presentaciones ejecutivas frente a la dirección de la unidad de negocio de su empresa.

Estando en la llamada, hicimos este ejercicio: tomamos la información en bruto, la subimos al motor de inteligencia artificial de la compañía en la que trabajaba este exalumno mío, y le pedimos que nos ayudara a identificar áreas de oportunidad de crecimiento en el negocio.

Esto fue a principios de 2025, cuando todavía muchas compañías no tenían plenamente incorporados sistemas de inteligencia artificial como parte de su proceso de análisis de datos. Entonces lo hicimos y encontramos cuatro o cinco ángulos que, honestamente, a los dos se nos habían pasado. Así que hacer ese tipo de análisis es algo que ya está a tu disposición, al alcance de un clic.

Impartir presentaciones ejecutivas, puede ser una de dos cosas: puede ser motivo de estrés y preocupación para muchos, pero para quienes aprenden a usar su comunicación asertiva y se atreven a estar en control de la información, pueden ser poderosas oportunidades de crecimiento. 

Saltos cuánticos se han dado de una semana a otra solamente por una presentación ejecutiva. Si tienes que impartir presentaciones ejecutivas cada mes, cada trimestre o cada semestre, no veas estas presentaciones como motivos de preocupación, velas como oportunidades de crecimiento hacerlo así te va a permitir vivir ese reto con ojos renovados, Esperanza, sentido de aventura y como una verdadera oportunidad de liderazgo.

¿Por dónde comenzar?

Todas las presentaciones ejecutivas son diferentes, pero aquí te comparto un script que puedas usar para basarte en él y adaptarlo.